Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

domingo, 29 de junio de 2008

De Petra, burros y eurocopas


Estoy en Amman, llegué justo el día en que España jugaba la semifinal contra Rusia. El bar del hotel parecía un fumadero de opio, grupos de gente de quién sabe qué parte del mundo y muchísimos jordanos que gritaban como enloquecidos cada vez que España marcaba gol. Sentados en la barra, hicimos hermandad con varios desconocidos que en su júbilo abrazaban a todo el que se ponía a mano. Curiosa experiencia sobre los misteriosos lazos que unen a los pueblos de esta manera.

Al día siguiente había que madrugar. Viaje a Petra, qué emoción!.

Hicimos el recorrido en 2 horas y media con un taxi de los que en El Cairo llamaríamos “ni fú ni fá”. Tuve que repantingarme en el asiento trasero porque no había reposacabezas y los asientos, a pesar de estar en buenas condiciones, eran incomodísimos, además el aire acondicionado generaba corrientes polares y tuve que echar mano de un chal, que he aprendido a tener siempre a mano.

EL viaje es interesante, recorrimos muchos kilómetros de desierto de arena y piedras, pero también pasamos por pueblitos y pequeños asentamientos, vimos montones de rebaños que nos recordaron al “cordero sagrado” e incluso una boda beduina. Mereció la pena.

En Petra hacía un calor de justicia. El recorrido por el antiguo imperio de los nabateos se hace a pié, aunque puedes alquilar burros, yeguas y pequeños carruajes. El paso por el cañón es impresionante, un paisaje rocoso y estrecho que se formó por la apertura de la tierra en algún seísmo y que a través de los años fue esculpido por la erosión del viento, la arena y las lluvias torrenciales. La emoción es increíble porque sabes que al otro lado te esperan los tesoros escondidos. Y no te decepciona.

El famoso pórtico de la tesorería, el más famoso de Petra, se te aparece impresionante, escondido detrás del estrecho cañón. A partir de este punto se abre el campo visual y se disfruta de un paisaje increíble de montañas rosas esculpidas con monumentos funerarios majestuosos que han perdido su definición por el clima tan extremo del desierto.

Más adelante hay un teatro de estilo romano, calles con columnas, obeliscos, templos, altares para sacrificios y el monasterio de Ad-Deir. Es uno de los parajes más impresionantes que he visto en mi vida.

Una vez llegados a este punto y después de unas tres horas de recorrido, el guía nos propuso regresar en burro. En burro? puse el grito en el cielo… pobre burro!, tener que transportar semejante carga, pensé. Pero el guía, dale y dale, hablando de los terribles efectos del calor y la deshidratación, así que aceptamos la propuesta que consistía en hacer el recorrido a la inversa, no serían más de 20 minutos, dijo, el paisaje es precioso y pasaríamos por un poblado beduino.

La cosa no sonaba mal, sobre todo para él, que seguramente se conseguiría una bonita comisión, así que llamó a nuestro taxista y le pidió que nos esperara en aquel poblado para llevarnos de regreso a Amman.

Nos llega a recoger un beduino experimentado. Nos subimos a la grupa de estos pobres animales e iniciamos la marcha llenos de ilusión, nos miramos y pensamos que parecemos San José y María en su huída a Egipto.

Al burrero no le debió parecer atractivo nuestro viaje y en cuanto desapareció el guía, paró la caravana, se bajó de su yegua y nos entregó en manos de un niño de unos 9 años, quién debía conducirnos a nuestro destino. Y es a partir de este punto, cuando la cosa se va poniendo emocionante.

Después de unos cuantos metros, el bonito camino rural de piedrilla y arena se torna en una estrecha carretera asfaltada empinadísima por donde circulan enormes Patrols con permiso especial. Vaya, esto no es lo acordado…miramos alrededor y nos vimos solos, en medio de la carretera, encima de los burros, con más de 40 grados y con un infante como guía.

Oigo a mi espalda el motor de un coche, pienso que es peligroso e intento parar al burro, pero el burro, que por algo se llama así, hace lo que quiere, y no hay manera de hacerle a un lado, sigue empecinado su camino, igual que el coche, suavemente, hasta que los dos se encuentran y me hacen un sandwich. Le increpo al burro de dos patas que parece no enterarse de nada. Una vez más me digo, que tengo que aprender árabe.

Le digo al niño que controle a sus animales, pero inocente de mí, no hay manera, el niño es eso, un niño y el burro, un burro! y no reconoce amo, bien por él!

Pasan un par de vehículos más y vemos que no vamos a poder seguir así…La pendiente aumenta, las curvas también, no hay visibilidad y los burros derrapan que da gusto. Estamos acaloradísimos y en el camino hemos perdido las botellas de agua y para colmo, la criatura nos pregunta que adónde vamos…pero, cómo que adónde vamos???, le digo, tú eres el guía!!!…mira con cara de no saber muy bien…ayayayayay!

Ante semejante panorama, nos apeamos de los animales y decidimos pedir ayuda. Paramos a un viejillo en un carricoche. El habla y gesticula y nosotros no entendemos nada, pero parece decir que regresa en 5 minutos para llevarnos al pueblo. No estamos seguros, así que paramos a una señora, que nos dice en un inglés nativo, que no les está permitido recoger turistas en el camino…en segundos, me acuerdo de todos sus muertos.

Al final, aparece derrapando en la curva, una especie de pequeña ambulancia destartalada. Aunque no tienen sitio, nos van a llevar. Abren la puerta trasera, y miro con aprensión pensando que hay un enfermo, pero no, sentados medio acurrucados viajan un francés, un soldado y un niño. El conductor extiende una camilla y nos invita a tumbarnos o sentarnos, optamos por lo segundo. La tarea es complicadísima porque no hay espacio, tenemos que plegar el torso casi hasta las rodillas para no darnos de cabezazos con el techo. Y en esa posición, viajamos unos cuantos kilómetros, rodando en cada curva encima del pobre soldado. La situación es tan disparatada, que nos miramos y rompemos a reír de tal manera que todos nos miran estupefactos y después de un rato nos acompañan en un alborozo contagioso pero que no entienden.

Todo mereció la pena por estar allí.

Y hoy, iremos de nuevo al bar, esta vez será España contra Alemania y espero poder abrazarme con todos esos desconocidos apostados en la barra del bar, jaleando a un equipo por quién sabe qué lazos de fraternidad. A por elloooooossssssssss
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya experiencia, la verdad es que parece de pelicula, en un burro??, en una ambulancia con un soldado??, jajajajaj, y lo del partido genial, se que lo viven de una manera especial, yo anoche el primer mensaje me llego del Cairo y no deja de ser una alegria.
Besitos.
Amparo

Celia Ruiz dijo...

Pues sí, lo del burro es normal, hay muchos y la gente los utiliza cuando está cansada...lo que no es normal es ir con un burro por la carretera...y lo de la ambulancia, fue mundial...así que nos reímos porque había que reirse de aquello...No sabes además que pena los burros...cargando con todo el mundo...me encantan, es mi animal preferido!
Pero bueno, Petra es alucinante, además si estás en Cairo no te pilla lejos, 1 hora y media de avión y unos 200 o 250 euros.
Tienes que animarte.
Un abrazo

Unknown dijo...

Ay, pero que aventura tan bonita y exitante. Me imagino el calorón y no poder comunicarse. Pero creo que ha valido la pena.
Saludos,
Alfredo.