Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

sábado, 18 de julio de 2009

Cerrado por vacaciones.

Llegó la hora del descanso, de cambiar por unas semanas la polvorienta canícula cairota por paisajes verdes, mares azules, cremas solares y chancletas. De saltar del Mar Rojo al Mediterráneo.

Perderé de vista a los miles de gatos consentidos, a Mohamed, los juegos de Backgammon, al farmacéutico de la moto o al recadista del supermercado. Dejaré de ver los recatados atuendos, los largos hábitos negros, las galabeyas y los turbantes. Desaparecerán los somnolientos policías y sus casitas de madera, los turistas narirojos y los taxistas avispados.

Y llegará el momento de dormir más, uauuuuuuu, de disfrutar del souflaki, del tsatziki, del kalathaki y del sirtaki y de los amigos, sobre todo de ellos, aunque no acaben en "ki". Y que sepáis que os echaré de menos, pero volveré, seguro que volveré con fuerzas renovadas y con ganas de contar como sigue la insólita e irrepetible Al-Qahira.

Así que besos, muchos besos y también abrazos y mis mejores deseos para la época estival.

sábado, 11 de julio de 2009

Asuntos domésticos.

Llegué a la iglesia Anglicana de Todos los Santos a una hora del día en la que el sol apretaba sin compasión y me dirigí rápidamente a la oficina de refugiados que se encuentra en el sótano del edificio central. Bajé por unas estrechas escaleras y el aire se volvió denso, sofocante, pobre en oxígeno pero rico en fuertes aromas, irrespirable.

Salí a una sala de espera, repleta de hombres y mujeres de ojos rojos, silenciosos, que me condujo a unos cubículos desde donde se reparten, diariamente, alimentos, gestionan ayudas y lo más importante, se consiguen empleos para muchas familias de refugiados africanos.

Allí me esperaba John, pulcro y sonriente, sentado en un despacho donde apenas cabía una pequeña mesa de camping destronchada y una silla de plástico. En la pared, unos anuncios ofrecían personal entrenado en tareas de limpieza, mayordomos y amas de llaves, planchadores, cocineros, conductores, todos ellos refugiados en Cairo.

Después de charlar un rato, me prometió enviarme a una persona confiable y con experiencia. La idea de ayudar a alguien en semejantes circunstancias me ayudó a pasar, más optimista, por aquella abarrotada sala de espera, aunque no pude evitar pensar quién sería el afortunado y cuántos seguirían esperando su oportunidad y viviendo de la caridad.

Y así fue como Steven llamó esta mañana a mi puerta.

Steven, al igual que Farris es sudanés, de unos 30 años, alto, flaco y magro. Se ha presentado vestido con camiseta blanca, vaqueros y unos zapatos blancos de larga y rizada puntera, que harían las delicias de Alí Babá. Tiene la piel negra azabache, lisa y lustrosa como pocas veces he visto y una amplia sonrisa blanca que ilumina su rostro.

- Entonces, le digo,
tienes experiencia en limpieza de casas, ¿verdad?
- Sí, madam.
- Pues cuéntame,
¿dónde has trabajado?
- Para white men, madam.
-
¿¿¿White men??? le digo con los ojos muy abiertos. White men hay muchos, ¿con cuál de todos?
- American madam.
- Y
¿qué trabajo hacías?
- Me responde con señas, gesticulando, como si escurriera una fregona o quitara el polvo.
- Y
¿por qué no trabajas ahora con ellos? le hago la pregunta clave.
- American go America.

Veo que es inútil seguir indagando y además me doy cuenta de que se ha aprendido la última respuesta , es lo que dicen todos y no estoy muy segura de que sepa lo que es un trapo o el fairy y el windex. Me quedo callada pensando por dónde salir.

El caso es que Steven me ve dudosa y se teme lo peor, así que me explica en un arranque de elocuencia, cómo se deben limpiar los cristales de una casa: "Clean water or clean windex or clean cloth or newspaper" y a continuación los suelos: "Floor no water, yes Pledge, sometimes no" y qué queréis que os diga, con semejante gracia se ha ganado el trabajo.

Como todo esto ha ocurrido esta mañana, todavía no os puedo hablar de los resultados, aunque ahora mismo, mientras estoy sentada escribiendo este post, me llegan desde la cocina unos ruidos infernales, apocalípticos diría y no me puedo imaginar qué está pasando y si queréis saber la verdad, prefiero no saberlo.

En este año, han pasado por mi casa los más extravagantes personajes, mujeres que con el mismo trapo limpiaban el suelo, la mesa y luego sus pies. Una de ellas, la más melodramática, sufría de vértigos y simulaba precipitarse por las ventanas cada vez que le tocaba limpiar los cristales. Sus gritos ponían en vilo a todo el vecindario, incluso la pobre Gorbea corría a esconderse debajo de la cama.

Luego, probé suerte con un chico filipino que cada vez que se cruzaba en mi camino, me saludaba ceremonioso juntando las manos y flexionando cabeza y torso, tímido y cauteloso como un Ninja. Edgardo, que así se llamaba, jamás usó el agua para limpiar nada, nunca oímos el alegre fluir de un grifo abierto ni vimos las huellas de un trapo sucio, misterios de la vida de estos finos guerreros.

Así que con este panorama, no me queda más que encomendarme a la divina providencia.

jueves, 2 de julio de 2009

Peluquerías y cebolletas en vinagre.

Esto ha sido el colmo...he regresado a casa e incrédula me he vuelto a mirar en el espejo...pero qué me han hecho! parece como si algún animal rumiante se hubiera cebado con todos los pelos del cogote...qué barbaridad...no entiendo...es que no lo entiendo... si yo iba en son de paz, sólo pretendía que me igualaran el desfase de unos tres centímetros que me habían dejado la última vez en mi corta melena y ahora, no me queda ni eso, sólo un montón de plumas desmadejadas.

Hoy jueves, la peluquería estaba llena. De nuevo toda esa fauna de señoras ataviadas con relojes de oro con diamantes y lustrosas joyas de talla grande. Algunas caminan cargadas con grandes bolsos y subidas en unas plataformas de madera y charol que más me parecen de espectáculo porno que de una inocente visita matutina al peluquero. Las miro y me dan vértigo, escucho el clack, clack, clack y observo sus caras, a veces arrugadas, tan rígidas, tan dramáticas.

Es la hora del desayuno tardío y algunas de ellas se piden unos bocadillos atiborrados de una especie de jamón de buey, magro y gris, desangelado. Qué raro me suena eso del buey, pero aquí, olvídate del pata negra, ni lo menciones.

Y aunque el sitio se las pinta de exclusivo y elegante, con criados de librea, las viandas se sirven encima del carrito negro de plástico donde se guardan los cepillos, tijeras,rulos, horquillas y demás artefactos propios de la profesión. Como la improvisada mesa no es muy grande y los utensilios del peluquero ocupan su espacio, lo que no cabe, lo ponen encima de los sillones que sirven para lavar las cabezas o peor, en los que tienen esos enormes secadores de casco donde no te puedes sentar si no es con la cabeza dentro. Nimiedades para esta especie.

Así, las maxichocantes-enjoyadas-señoras-pinpanpun se sientan como pueden, librando el lavabo, pierna cruzada y plataforma apuntando al cielo, con el bocata en la mano, la servilleta y el plato con las patatas fritas, cebolletas y pepinillos en vinagre entre las piernas y el té en el asiento de al lado. Qué combinación, me desmayo...y qué folclore! qué mezcla de ácidos!, por un lado las cebolletas y por otro los vapores de los tintes que por obra y gracia del aire acondicionado se dispersan por los salones, ciegan, atosigan y ahogan.

El lugar es el más frecuentado por la jet-set cairota, así que a los de la entrada, que parecen de cera, todo les importa un huevo y desconocen profundamente el concepto "satisfacción del cliente". Cuando te ven llegar, no se molestan ni en mirarte, ni en sonreir, tan ocupados como están en pasar las Visas Platinum por la máquina de cobro...pero no son los únicos maleducados, allí, parece que todos, incluidas las clientas, hayan dormido mal, qué digo mal, fatal. Nadie habla con nadie, nadie se mira o te mira, y el ambiente de relax que se respira en otros lugares de esta clase, no existe...será la idiosincrasia de la región.

¿He conseguido contarlo sin que se me note que estoy que trino?ommmmmm.