Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

lunes, 15 de septiembre de 2008

Dubai-Arabia Saudí. De como viajé entre peregrinos a La Meca.


Hace un par de días volé de Dubai a Jeddah, en Arabia Saudí, ciudad portuaria y principal punto de entrada de peregrinos a La Meca y desde esta ciudad y mirando al mar rojo escribo este post que os cuenta mi viaje.

Emocionada por el misterioso mundo que me esperaba, me subí al avión de "Emirates" con mi abaya y mi velo, preparada para usarlos nada más tocar tierra. Miré a un lado y a otro y confirmé mis sospechas, era la única que dejaba ver sus bucles. Nunca me había sentido tan desnuda.

Ocupé mi asiento en la parte delantera del aparato y comencé a observar la entrada del resto del pasaje. Durante los primeros minutos me costó dar crédito a lo que mis ojos vieron, hasta que comprendí que estaba viajando a la tierra santa de los musulmanes y que lo que yo tenía delante, no eran los miembros de ninguna secta, sino pasajeros en peregrinación a Meca.

El desfile era impresionante. Por mi lado iban pasando hombres que parecían recién salidos de una sauna de poca monta, envueltos como iban en toallas blancas deshilachadas. Una cubriendo el torso y la otra la cintura y sujetas de cualquier manera por un par de imperdibles. Si levantaban un brazo, dejaban a la vista generosas barrigas peludas y descubrí llena de júbilo que muchos de ellos llevaban atada una riñonera negra de donde sacaban a cada rato el iPod o la blackberry.

Creo que debo explicaros que este curioso atuendo es el que deben llevar los peregrinos y que simboliza la pobreza y el desapego a las riquezas terrenales. Si yo hubiera sabido esto , no me hubiera caído horas antes de espaldas en el mostrador de facturación, cuando me giré y vi a mi lado a dos señores muy serios vestidos de esta guisa, ya me entendéis, no?.

En contraste, las mujeres vestían de negro y llevaban la cabeza cubierta de todas las maneras posibles. Unas con ligeros velos que no dejaban a la vista nada, otras con modernas viseras que llevaban incorporada una larga celosía de ganchillo que les cubría el rostro y les permitía ver sin ser vistas, y muchas otras con el típico velo que deja al descubierto la cara o ese otro que lleva una abertura especial para los ojos. De todas ellas, una me llamó la atención porque era la única que llevaba una ligera máscara de cobre que consistía en dos piezas que cubrían nariz y boca. Exótico, sin duda.

Me pareció que los niños y bebés también cumplían con la tradición llevando gorritos blancos de ganchillo, pañuelos con estampados florales infantiles y las menos, cubiertas con abayas negras en miniatura.

Me sentí como si hubiera atravesado un profundo túnel cultural cuya existencia no conocía.Y sentí un enorme respeto por todos ellos.

Durante todo el vuelo hubo una peregrinación de otro tipo, la peregrinación al baño. Los hombres que no habían tenido el valor de salir de sus casas vestidos de tan curiosa manera, llevaban el atuendo en bolsas de plástico. Les vi entrar dignamente en el baño, uno detrás del otro, con sus elegantes abayas blancas y sus cabezas cubiertas con tocados blancos y rojos y salir reducidos a la mitad, descubiertos y despeinados, envueltos en aquel par de trapos blancos...mi vecino, un hombre de negocios dubaití, regreso a su asiento sin poder mirarme a los ojos y con la cara encendida, supongo por el apuro de presentarse tan desprotegido ante los demás. Le comprendo, la verdad, hasta se le podían contar los pelos de las piernas.

Cuando se le pasó el susto, me contó que iba a hacer una peregrinación menor de 5 días. De Jeddah, viajaría a Mecca, a 50 kilómetros. Cuando vio mi interés por conocer la ciudad, me advirtió que sólo los musulmanes tienen el acceso permitido. Me pregunté, cómo comprobarían la religión de uno...

Aterrizamos entre emocionadas plegarias en Jeddah. Me vestí con mi abaya negra y plata y me puse el velo a la usanza de las mujeres de los emiratos. Intenté moverme con soltura para que no se notara lo perdida que estaba debajo de aquel, para mí, extraño atuendo.

Un coche nos recogió y nos llevó al hotel. A la entrada, aparcados como si nada, estaba la colección de coches de lujo más impresionante que yo había visto en mi vida. Entonces supe que estaba en Arabia Saudí, sentada encima de millones de barriles de crudo. Entré a la recepción, y, como no, me crucé con un par de hombres en chancletas blancas, ya sabéis, recién salidos de la sauna.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Es impresionante!!
Tiene que ser algo totalmente subrealista estar entre tantos musulmanes creyentes y aférrimos de sus constumbres.
Hubiera sentido miedo si tengo que hacerlo yo. Además, se me notaría enseguida que no soy musulmana pues ando como un pato y estoy muy blanca de piel.
Tiene que ser toda una experiencia.
Espero que nos dejes tus impresiones de tan grandiosa llegada a tu destino, debe de ser algo mítico y mágico.
Un saludo desde mi duna gerrera.

Noemí Pastor dijo...

Hola, prometí que me pasaría a saludarte y me he pasado. Tengo la sensación de haber entrado en otro mundo. Será porque efectivamente he entrado en otro mundo. Volveré de viaje otro día. Besos.

Germán Gómez dijo...

Tremendo Celia. Las contradicciones ajenas nos relajan de las propias.
Un saludo

Dayana dijo...

Me emociona mucho tu relato, no puedo esperar a seguir leyendo sobre tu visita a Arabia Saudita... el lugar donde me enamoré perdidamente por primera vez en mi vida, aunque nunca estuve ahí.

Algún día te contaré ;)

Besos y gracias por compartir tus vivencias de la forma maravillosa en que lo hacés.

Anónimo dijo...

Pues si emocionante, interesante y genial, pero es tú forma de escribir y describir las cosas, gracias de verdad por compartir tú vida con nosotr@s. Feliz estancia.
1001 besitos.

Anónimo dijo...

Maravilloso.

Al final del artículo me he quedado como en las buenas películas... ¿Ya?, ¿se acabó? Por otro lado, me ha tranquilizado comprobar que no estás tan majareta como para haber ido a la Meca haciéndote pasar por musul de toda la vida... en plan Tintin y Milú! La audacia de ponerte a hacer fotos a la peña del avión ya me pone la piel de gallina. Por cierto ¡Con esa abaya y esas gafas estas impresionante, niña!

También me ha parecido maravilloso como, a medida que empezábamos a sentir los olores de ese avión, La Meca se convertía en Meca y después en Mecca.

Celia Ruiz dijo...

Kadesh,
no creas que dan miedo, son muy pacíficos, es que tenemos una imagen algo distorsionada, pero las mujeres suelen ser de lo más cariñosas.
Noemí,
bienvenida al blog, y gracias por el comentario. Por cierto, me encanta la mujer de tu foto en B/N, es de una película latina? o Buñuel??
Dayana, no me digas que te enamoraste de un saudí en Internet???
1001 besitos, como siempre un abrazo y también para Germán y Miguelito, por cierto Miguel, qué observador eres! te has dado cuenta de lo de Mecca con dos!!!!increíble!
Abrazos a todos!

Anónimo dijo...

Estuve en Egipto hace poco y mientras esperaba el vuelo del Cairo a Roma,me tropece con la misma experiencia de ver a hombres vestidos como para ir al sauna, quede muy impresionada de mirarlos algunos con mucha naturalidad otros me miraban y se les sentia la incomodidad... casi pierdo el vuelo mirandolos,y admirando su cultura no fui capaz de tomarles una foto...