Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

domingo, 7 de septiembre de 2008

Saqqara y Menfis sin guía, ni perrito que te ladre.


La primera vez que visité las pirámides de Giza lo hice con un guía. El viaje que me condujo a aquel encuentro tan largamente esperado, me llevó por una singular autopista, que poco o nada me interesó. Edificios destartalados, un par de burros, algún carro, pero nada más que ver. Cuando ya me había confiado en que eso sería todo, las vi. A lo lejos, imponentes, difuminadas en un cielo brumoso de contaminación y vapores. La impresión me sacudió la modorra de golpe y me mantuvo el resto del viaje bien alerta para no perder ripio.

Cuando por fin llegué a sus pies, vaya conmoción. Tengo que deciros que no es que esperara encontrarme a solas con Kheops, en mitad del desierto y en el silencio más absoluto, no, pero tampoco esperaba toparme con hordas de turistas de pantalón corto y chancleta, vendedores políglotas que sin darme tiempo a respirar me colocaron todo tipo de tocados beduinos y collares, y camelleros que me tiraban de la manga y de donde podían, para convencerme de que el mejor modo de recorrer aquel increíble fragmento de historia era a lomos de un pobre animal desdentado. Como veis, aquel tú a tú con los faraones tuvo su intríngulis.

Reconozco, después de todo, que la grandeza de estas construcciones, supera el peor entorno y que la visión de las pirámides me dejó literalmente con la boca abierta. Miré hacia arriba y no pude contener la emoción cuando toqué con mi mano uno de esos enormes bloques de piedra caliza que proyectan la pirámide hacia el cielo. Me dieron ganas de apoyar la mejilla y lo hice, entonces sentí deslizarse la arena caliente por el rostro e inmediatamente me retiré para no perturbar el sueño de miles de años.

Mi guía me sacó rápidamente de mi ensimismamiento. El tipo, que era un plasta de cortar, se sabía de memoria el parlamento que iba a soltar y me llevó por todo el recinto a rastras y escupiendo millones de datos que no me revelaron nada nuevo y que no me dejaron ni un minuto de tranquilidad para poder mirar y disfrutar de aquellas maravillas. Así que la experiencia me dejó un ligero regusto agridulce.


Pues dicho esto, ayer salí de nuevo de excursión y comprobé, como siempre, lo estupendo que es viajar por tu cuenta. Uno puede elegir los compañeros de viaje, el horario, la ruta, el tiempo que estará y los lugares que verá. Un lujo en estos tiempos donde nada queda de los antiguos viajeros y exploradores del mundo, aquellos que salían en expediciones a recorrer el mundo durante años y veían los lugares en versión original.

Los destinos elegidos fueron la necrópolis de
Saqqara y la antigua Menfis, la capital del imperio antiguo. Salimos dejando la autopista, que es el trayecto más corto, pero menos interesante y nos fuimos por una pequeña carretera que discurre a la par del río y que va atravesando pequeños asentamientos.

El paisaje es precioso, se notan las bondades de las aguas, todo está muy verde y lleno de cultivos. El río, que no abandona el camino, le aporta muchísimo romanticismo al entorno. Parece mentira que ese vergel esté a unos minutos de esta macro ciudad.

Por la estrecha carretera y a la par de los coches circulan, como si nada, varios camellos, unos de paseo y otros cargados con enormes hojas de palmera. Un chiquillo a lomos de una mula pequeña va dando tumbos en todas direcciones y pone al resto en apuros. Parece un diablillo, jaleando a la perezosa mula para que se ponga al galope.

El camino recorre extensas plantaciones de palmeras datileras. Los frutos cuelgan de enormes racimos, algunos de color marrón intenso que indican estar listos para la recolección. Varios hombres, colgados a muchos metros de altura, empiezan la cosecha de los más maduros. El ambiente es muy alegre, se oye el alboroto de los niños nadando en el río, de las mujeres lavando la ropa, y se ve a gente descansando a las puertas de sus casas, que nos saludan animadamente con las manos.

Y pronto llegamos a la necrópolis de Saqqara, con su imponente pirámide escalonada. La temperatura era alta, pero soplaba un viento agradable que hacía soportable el calor. Además el lugar estaba tranquilo, sólo unos cuantos visitantes repartidos por el área y otros pocos vendedores sin mucho arranque.

Después de la visita, seguimos camino a través del desierto y nos acercamos a cuanta pirámide encontramos en el camino, la acodada de Seneferu, la roja, la negra de Amenemhat III. Y estuvimos solos, sí, habéis oído bien, solos.

De regreso subimos y bajamos toda clase de montículos, dunas, terraplenes y toboganes de arena. Las sacudidas eran tales que podías sentir como se te movían las entrañas. Todo nuestro organismo se tuvo que recolocar de nuevo, no se si en su sitio o no, pero yo, que me había estado quejando del estómago toda la semana, de repente me curé. Supongo que el órgano en cuestión, decidió portarse bien con tal de no verse sometido de nuevo a semejante medicina.

Viajar de esta manera, tiene su miga. El próximo día más.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Dan unas enormes ganas de ir a ver todo eso que cuentas. Deberías pedir apoyo económico para tu blog al ministerio, secretaría o cualquiera que sea el organismo egipcio competente en materia de turismo.
¡Un beso a los tres!

ARSINOE dijo...

Que afortunada eres, lo que yo daría por estar ahí, donde tú estás y volver a ver esas maravillas. También flipé con la Gran Pirámide, solo podía mirarla, no me importaron los camelleros ni vendedores de souvenirs. Me debieron ver tan alucinada que ni me molestaron, solo tenía ojos para ella. Espero que algún dia nos volvamos a encontrar ella y yo, así como tu dices, sin guias ni molestias de ningún tipo..¡Inshalá!

Anónimo dijo...

hermoso viaje medicinal.
guardame un poco que empiezo a sospechar, que te lo vas a tomar todo sin compartir y parece que tambien a mí me empieza a doler el estómago. cada vez mas.
besos

Anónimo dijo...

No sabes como entiendo la descripción que acabas de hacer de esas dos formas tan diferentes de ver un lugar en mi primer viaje me paso como a tí fui a ver las Piramides con un guia, la segunda vez ahora en julio fui con un grupo de amigas y en un momento dado les dije que me iba yo sola, uffffff, no te puedes imaginar todo lo que una puede llegar a sentir, no se acercaban ni vendedores ni camelleros creo que debe de ser por la cara de boba que tenia que llevar puesta, pero la verdad es que disfrute un montón de esa excursión en solitario, en un momento dado me encontre sentada delante de la piramide de Kefren llorando como una tonta pero creo que de felicidad. De verdad gracias por compartir con nosotros tus aventuras. Besitos.

Anónimo dijo...

Impresionantes las excursiones que haces... Siempre tienen algo de mágico y de completo.
Seguro que repites ... ¡y no es para menos!!
Sigue descubriendo!