Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

lunes, 15 de septiembre de 2008

Una de saudíes. Algunas cosas que conviene saber.


Vaya hambre... Ya no pido un buen chorizo o jamón ibérico, no. Ya me he hecho a la idea de que aquí, los cerdos de 4 patas no existen. Con algo que llevarme a la boca me conformaría.

Es Ramadán, ya os lo he dicho. Pero aquí en Arabia Saudita, lo llevan a rajatabla. No esperes que en el hotel, por muy moderno que sea haya un bar o un restaurante que te ofrezca algo, NO. Ellos ayunan, tú ayunas, se acabó.

Por supuesto el room-service funciona, pero qué triste es comerse algo entre las cuatro paredes de la habitación habiendo lugares preciosos y vaciiiios en el exterior. Conclusión, habrá que esperarse hasta pasadas la seis de la tarde, entonces con el canto del muecín, nos tiraremos todos, cristianos incluidos, encima de insospechados manjares. Y así todos los días.

Por cierto, no te vayas a hacer el listo y se te ocurra llevarte durante las horas de ayuno una botella de agua y un bocadillo al parque. Está prohibido comer o beber en público y como te pillen, te llevan a la cárcel, sí, has oído bien. Así que deja tus costumbres en casa.

Y de estas prohibiciones debe haber una lista completa que no conozco del todo, así que tengo que andar con cuatro ojos. Por ejemplo, ayer por poco se me ocurre despedirme de nuestro anfitrión con un par de besos en la mejilla. Ya me dijeron, me podría haber costado un disgusto de aúpa. Saludar a un hombre que no es de la familia, de esta manera! Pero adonde vamos a parar!. Él mismo contó que una vez le detuvieron junto a su mujer, ambos europeos, porque a ella se le ocurrió dar la mano efusivamente a unos amigos del marido y le acusaron de haberla ofrecido a aquellos hombres con fines sexuales. Me hubiera tronchado de la risa cuando lo contó, sino fuera porque la locura de aquel Mutawa, policía religiosa
me pareció lamentable y peligrosa.

Como iba diciendo, de comida nada, así que me he puesto la abaya y me he acercado a la playa. Qué calor, dios, dios, y yo con estos faldamentos que el viento me sube y me baja...si viniera el Mutawa me sacaba los ojos por ir enseñando los pantalones como un pendón.

Doy la vuelta a la esquina y me encuentro con que el hotel está vigilado por varios tanques con soldados armados con ametralladoras y con móviles que usan compulsivamente para mandar mensajitos, será de tanque a tanque?, ja!

Por cierto, la playa, preciosa, desierta, supongo que el ayuno tiene a todos, toditos, tirados en la cama desmayados.

De la misma me regreso, una sopita en la habitación y a esperar el Iftar para ponernos nuevamente morados.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

enseñando los pantalones y con malos pensamientos!! y...lo que nos faltaba, a régimen!!!! . siempre has sido una fresca.
besos

Anónimo dijo...

Te vuelvo a repetir lo mismo; con lo patosa que soy y encima miedosa, vamos, a mí me encarcelan en lo que canta un gallo.
Al ser unas constumbres tan diferentes, creo que me costaría no cometer ningún error y pasar desapercibida.
Eres toda una heroína.
Protégete del sol!!!

Celia Ruiz dijo...

Hola Kadesh!
patosos creo que somos todos, porque las diferencias son tan grandes que es difícil saber cómo comportarse. Lo mejor, te quedas sin tomar ninguna iniciativa y sin decir nada y esperas a ver qué pasa. Estas experiencias son buenas, pero también porque son cortas, jajaja!
Un saludote!