Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

domingo, 17 de enero de 2010

El Cairo, lo inverosímil es cotidiano.

Después de varias semanas fuera, ayer tocaba una escapada al supermercado para normalizar la vida doméstica y surtir con alguna alegría mi lánguida nevera.

Como era viernes, día de oración, me imaginé que las carreteras estarían más tranquilas de lo habitual y decidí aventurarme al Carrefour del "Dandy Mall", que se encuentra en una zona desértica de nueva construcción a las afueras de El Cairo.

Con un ánimo exultante, me senté en el coche sin más expectativa que la de disfrutar del trayecto y de sus curiosidades. Debo reconocer, que la prolongada ausencia renovó mis ánimos y me reconcilió con esta ciudad, con sus extravagancias y manías. Y como en toda vuelta a casa, la miré con añoranza y fui incapaz de encontrarle defectos que hicieran nuestra relación insalvable.

Miré las calles y no pude evitar comparar el recorrido con el último que hice entre Colonia y Frankfurt, donde todo estaba tan limpio y organizado, que hasta la propia naturaleza parecía estar limitada a crecer entre barreras invisibles, limpia de polvo y broza.

Semejante comparación me causó risa cuando me incorporé a la autopista a trompicones, entre carros tirados por burros, coches que volaban, camiones que bufaban reculando y perdiendo carga e intrépidos transeúntes que cruzaban jugándose la vida, entre un tráfico enloquecido de cuatro carriles que a veces parecían siete y por donde circulaba cualquier cosa que tuviera ruedas o patas. Que aquello pudiera funcionar, se debía a Alá, sin duda.

Y como la velocidad no me dejaba hacer fotos, me abandoné somnolienta a tamaño barullo hasta que mis ojos descubrieron una pareja de hombres que conducían de una manera muy peculiar.

Les miré por detrás, a buena distancia. Iban conduciendo dos motos, que circulaban a la par ocupando un carril de la autopista. Los coches, a velocidad de vértigo, les adelantaban con un enorme vaivén y me pareció que en cualquier momento se los tragaría el tráfico. Esto no debía asustarles, al contrario, parecía que iban de charla como si estuvieran caminando por cualquier bulevar.

Cuando fui a adelantarles, me di cuenta de la situación. Uno de ellos iba ligeramente adelantado y llevaba el motor apagado, sí habéis leído bien, seguramente sin gasolina. Su compañero circulaba remolcándole con su moto, pero no con cables, ganchos o cualquier artilugio apropiado para tal menester, no. El buen amigo, debía serlo, se había arremangado la galabeya hasta la pantorrilla y colocado su pie izquierdo desnudo en la parrilla trasera del otro y con una habilidad manifiesta, iba empujándole con la pierna aprovechando la velocidad e impulso que le proporcionaba su propio vehículo. Me quedé deslumbrada con semejante visión y me llamé de todo por no tener la cámara a mano.

Mientras me volvía para verles la cara, aquella nueva escena cairota había desaparecido de mi vista entre chapas y polvaredas. Aquí la dejo, con palabras, para recordar que fue cierta.

9 comentarios:

Meiga dijo...

Desde luego que impresiona las cosas que se llegan a ver en esta ciudad tan caótica y a la vez tan única. Que pena lo de la foto, pero de todas formas, me ha encantado que compartas con nosotros esta experiencia que has tenido tan simpática. Gracias!

Nativi dijo...

En Cairo nada sorprende.
Un abrazo

Unknown dijo...

¡Güau Celia! Todo un circo en plena calle, y hasta con toreros toreando el tráfico. Solo en el Cairo.

g.delapola dijo...

Dicen que quien no conoce El Cairo, nunca ha viajado.Es un privilegio conocerlo atraves de tus ojos que sin duda son viajeros y escrutadores.

Me gustaria que por mi buscaras y encontraras un pequeño restaurante que hay en Khan el-Khalili en el que em julio pasado cene, sin cubiertos ni manteles, unos pichones rellenos arroz que jamás olvidare.

Gracias por detenerte en mi espacio.

Ahmed Darwish dijo...

Vi una vez en las afueras de El Cairo, cerca de las pirámides, un hombre conduzca una moto, y lleva una niña delante de él. El hombre hacía nudo de una cuerda alrededor de su brazo, y al final de la cuerda estaba atando un camello que corría detrás de la moto. No me podía creer. Le consideraba un loco, porque si el camello hubiera parado de repente o se hubiera movido la cabeza, el hombre y la niña les habría pasado algo gravísimo.
Desgraciadamente, muchos tratan con varios asuntos con descuido e ignorancia.

El Castor dijo...

El post está muy bien escrito. Respecto a los de la moto a veces no hay otra solución que agudizar el ingenio, seguro que ellos mismos irían riéndose. Claro que en las calles de El Cairo diría que hay una cierta inconsciencia general ante el peligro, arriesgan demasiado, y eso lamentablemente a veces tiene consecuencias serias.

Unknown dijo...

Hay, hay, queridísima Celia, esa cámara que tiene que ir contigo hasta a la cama...si lo que no te pase a ti? Muy bueno el comentario y francamente divertidísimo! bss españoles.

Arabella dijo...

Aunque los he descubierto recientemente, me encantan tus blogs!! Yo una vez vi una señora mayor andando por la autopista y tirando de un carrito de la compra (de los de tela) y ya me quedé flipada para toda la semana... si llego a ver algo así ya ni te cuento! :)

Ramon dijo...

Bueno, yo trás unos meses ya me he acostumbrado a cruzar la carretera como el que cruza el patio de su casa......en realidad, no, nunca te acostumbras del todo hahahh