Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

lunes, 11 de agosto de 2008

Una mezquita sin nombre


Una tarde, antes de las vacaciones, Emat, mi querido taxista, vino a buscarme con el propósito de llevarme a un lugar “secreto” a comprar una tele.

En estos lugares se supone que los precios están ajustados y que uno puede encontrar cualquier bicoca. Eso sí, olvídate de ir solo, porque sin la ayuda de un cairota aventajado, te perderías en el enrevesado entramado de calles de la parte antigua de la ciudad y además, sin hablar el idioma, la negociación del precio se podría convertir en un rifirrafe que no te llevaría más que a un ataque de nervios.

Emat, que es muy decente, me hace las veces de protector y traductor. Con semejante tarea se siente muy honrado y no deja que nadie me moleste, faltaría más. Se mueve entre sus paisanos con aplomo y soltura y pone a todo el mundo firme cuando la ocasión lo amerita.

Pero en fin, tengo que deciros que esta no es la historia que quiero contar. Lo que realmente me entusiasmó de aquel día fue descubrir la ciudad de noche y los barrios populares plagados de gente que circulaba animadamente entre las calles. Las tiendas de textiles, las alfombras árabes y las especias, el olor a cúrcuma, canela y tomillo, y la algarabía en las terrazas de los cafés donde los amigos se reunían a fumar Shishas.

Y en aquel ambiente, tan propicio para la ensoñación, me topé por casualidad con una mezquita, engalanada de tal manera, que me hizo revivir días de verano y feria. Me deslumbraron cientos de luces y guirnaldas, tanta gente entrando y saliendo, y las fabulosas alfombras orientales colgadas por todas partes…tenían que celebrabar algo especial...

Regreso curiosa al coche y le pido a Emat que me acompañe a echar un vistazo. Por suerte, llevo en el bolso un chal largo, que suelo usar para combatir los chorros helados del aire acondicionado y que ahora me viene de perlas para cubrirme la cabeza y poder entrar en el recinto sagrado. He aprendido a ponerme el hiyab sin espejo ni alfileres, con tal maestría que nadie diría que soy una advenediza. Así que de esta guisa llego a la entrada y me quito las sandalias poniendo las suelas hacia dentro y sin saber muy bien lo que hacía, subo las escaleras que conducían a la sala de oración de aquella singular mezquita.

Detrás de mí oigo un alboroto, no, no, noooo, no puede entrar!! me dice un individuo de seguridad y me invita amablemente a largarme de aquel lugar. Emat le dice que me dejen asomarme un poco, que soy extranjera y que por favor que hagan una excepción. La cuestión, me dice Emat, es que están celebrado un acontecimiento especial, el nacimiento de uno de los grandes maestros suníes, y no admiten visitantes, pero que van a ver si desde dentro, los maestros me permiten la entrada al área de mujeres.

A partir de ese momento, el tipo es mi guardián y me invita a seguirle con gesto decidido. Antes de separarme, me da tiempo de amenazar a Emat con matarle si se le ocurre moverse un metro de donde yo le he dejado. Me sientan en una silla en medio de aquella marea de gente entrando y saliendo, y estoy encantada curioseando a todos aquellos personajes. El muchacho habla constantemente por radio, parece que tiene que convencer a los del otro lado de que no soy norteamericana…me pregunta otra vez que de donde vengo para estar seguro y aprovecha para pedirme, muy cortésmente y totalmente sonrojado que me abotone la blusa hasta el cuello. Cuando lo he hecho me pide perdón mil veces por el atrevimiento, pero me dice, es un lugar sagrado…

Entonces, aparece una mujer que me acompaña a algún lugar que desconozco, sin más, me dejo llevar. Pasamos por patios y más patios y el movimiento de gente es increíble, hay varios lugares de oración, y todos entonan la misma letanía que se oye por los altavoces, y ese rezo común, es una sensación indescriptible. Unos mozos de blanco cargan con enormes racimos de plátanos, otros con bandejas de dulces, vasos y teteras calientes. Parece que el festejo va a ser grande.

Pronto llego a la zona destinada a las mujeres, es una especie de corredor en penumbra, situado encima de la gran sala de oración de la mezquita. Me doy cuenta de que he hecho un largo recorrido a través de patios para llegar al piso superior de la entrada del edificio. La guía, me entrega a otra mujer que me agarra de la mano de una manera tan cariñosa que mi aprensión se desvanece. Allí, están tumbadas en una acogedora semioscuridad muchas mujeres y otros tantos niños. La mayoría me miran divertidas y me echan sonrisitas…Me asomo cautelosamente al balcón y veo decenas de cuerpos blancos encogidos orando hacia La Meca.

De mi ensimismamiento me saca el tremendo olor a pies y el vapor indefinido que sale de aquel lugar…pero decido no ponerme tonta y adaptarme a la situación. Me ofrecen te y agua, acepto todo, pero al primer trago de agua, me entra un sudor frio pensando en que seguramente será del grifo y me acabará dando cualquier cosa, pero el ritmo de la oración se acelera y pierdo la concentración en semejantes cataclismos personales.

Me sientan en una sillita de niño, y me quedo mirando un rato, el ambiente es muy relajado, todas charlan animadamente y de vez en cuando, como respuesta a una cierta llamada que desconozco, se levantan y rezan.

El calor es de justicia y el pañuelo me las está haciendo pasar canutas, así que decido salir de allí, aunque todavía no se cómo. La señora que era mi anfitriona, me abraza cariñosamente y me deja en manos de una niña de unos 8 años, que me da la mano, sin ningún miedo y me conduce de vuelta entre patios y escaleras. Cuando ya me creía a salvo, la criatura me deja en una especie de apartamento, dentro del reciento religioso, claro. Le pregunto con gestos si es realmente allí donde tiene que dejarme, asiente y desaparece.

Aquel lugar es de locos, en la entrada están sentadas dos señoras gordísimas engalanadas con sus mejores trapos dorados. No parecen enterarse que una loca en vaqueros acaba de entrar allí. Me retoco nerviosa el velo que está revirado de tanto trajín y sigo hacia adelante sin saber qué hacer. Disimulando me meto en el baño y me lavo las manos, miro hacia los lados y noto que he confundido una combinación de mujer con una toalla para las manos, la suelto espantada y salgo de allí. Paso sigilosamente por otra habitación donde me encuentro a otras señoras, tan gordísimas como las primeras, tumbadas en una cama jugando con unos niños. Os juro que es como en un sueño.

Salgo sin ningún protocolo y bajo rápidamente las primeras escaleras que me encuentro, abajo me topo, por suerte, con el tipo de la radio, mi primer guardián que me ayuda a encontrar la salida.

Allí está Emat, alerta, encantado de verme aparecer.

8 comentarios:

ARSINOE dijo...

¡¡Que experiencia, mi madre!! Yo, con mi nefasto sentido de la orientación no hubiera logrado salir de allí, je, je. En El Khalili me metí por callejones sin salida y acabé atravesando viviendas, tan desorientada iba. No pareció importarles que invadiera sus hogares, incluso me invitaron a comer..Eso sí que es hospitalidad.

Anónimo dijo...

Ya me he actualizado leyendo el blog. Je Je. Yo no creo que me hubiese atrevido a hacer lo mismo con lo tímida que soy y también tengo un pésimo sentido de la orientación, así que en la parte en que la niña te deja ante aquellas mujeres gordas a mí se me hubiese caído el alma a los pies. ¿Y ahora qué hago?. >.<
Al final El Cairo no es tan inseguro como lo pintan. ^.^

Germán Gómez dijo...

eLo describes con tranquilidad, como si no hubieras sentido temor. Perderse en lugares desconocidos, un punto peligrosos, es un placer especial, aunque en el momento uno pudiera pensar que está loco.
Gracias por contarnos tu experiencia Celia,

Celia Ruiz dijo...

Pues sí, fue una situación muy curiosa que me pilló, además, sin ninguna preparación, lo cual fue bueno. Cuando te encuentras allí, hay que vencer el miedo o la timidez, porque la experiencia promete "mundos" exóticos y misteriosos y eso no te lo puedes perder.
A Tareixa, le quería preguntar sin entre callejones se encontró al famoso "Jordi", jaja.
Gracias a todos, y aquí seguimos.

ARSINOE dijo...

¡Que va, que va..! No encontré la tienda de Jordi, aunque habia oido hablar de esa tienda donde no se regatea, je, je.
Aquello es un enorme mundo laberíntico donde andaba yo mas perdida que el Arca de Indiana Jones, je, je..pero encantador y excitante, sobre todo de noche, cuando reponen sus mercancías por los estrechos callejones y eres literalmente atropellado por carros cargados hasta límites imposibles. Si no andas listo pasas a formar parte de esa mercancía, je, je.

Anónimo dijo...

Aprenderé de tí. Gracias. ^o^

Anónimo dijo...

esque tu subconscuente no se acuerda de tu madre? el mío si. cuando me he visto en una situación similar, SIEMPRE me ha vencido el miedo y SIEMPRE me he arrepentido después. algo me canta dentro, te violarán, te robarán, te estrangularán, te tralaránlarán. y en esa situación que cuentas al primero que me dijo que no se podía pasar le habría dado las gracias y me habría retirado orgullosa de la audacia de haber sabido salir sola del taxi. enfín hermana espérame que voy lanzada.
besos

Anónimo dijo...

No podría haberlo hecho. Soy muy tímida y parada para esas cosas... sobre todo si las desconozco totalmente y no conozco las costumbres un poquito.
Vaya experiencia tan inquietante y valiosa te has llevado.
Gracias a tu descripción tan detallada, es como si hubiera estado allí. Muchas gracias :D