Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

domingo, 5 de abril de 2009

El masajista.


El otro día volví a la pelu.

Las de la entrada, que son todas de baba, me enviaron por equivocación a una sección que no correspondía. Entonces cuando aquella mujer vestida de blanco me dijo que me quitara la ropa, me pareció que algo no marchaba bien, porque hasta la fecha, nadie me había exigido semejantes condiciones para atusarme un poco el pelo. Cuando le aclaré los motivos de mi visita, me miró desconcertada y me dijo, perdone señora, le han enviado a la planta equivocada, yo soy la masajista.

Así que recogí mi bolso y cambié de departamento acompañada por un sujeto ataviado con un traje granate de enormes hombreras doradas. Cuando me abrió galantemente la puerta contigua y aspiré los perfumados aromas, supe que había llegado a la planta de "lavado y encerado".

No sé si sabréis, pero en este bendito país, se valora mucho el masaje capilar. No hay peluquero que se precie que no se ponga concienzudamente a masajear tu cuero cabelludo como si se tratara de reducir el diámetro de tu cabeza y arrancar el mayor número posible de pelos. El que consiga más, gana, yupi!.

Como he comprobado que nadie puede sustraerse a este ritual, me tumbé sin chistar en el sillón. El aprendiz se lanzó jovialmente a su trabajo, presionando con saña el cráneo en general y las sienes en particular.

Aquellos cuidados prometían dejarme secuelas y aunque quise escaquearme, no pude ya que el tarado aquel me tenía inmovilizada con sus manazas. Lo que yo estaba viviendo en aquel infame sillón, no podía ser verdad, sin duda aquel zopenco se había escapado de algún sitio.

Intenté relajarme pensando que la sesión terminaría en un pis-pas, pero aquella tortura parecía no tener fin, ya que el peluquero que debía peinarme estaba ocupado haciendo tirabuzones en la cabeza de una rusa y supuse que tenían que hacer una maniobra de despiste costara lo que costara.

Aquello se estaba convirtiendo en un dolor de cabeza y una desazón que no iba a desaparecer fácilmente, eso sin contar la posibilidad real que tenía de perder el conocimiento.

Me armé de valor y le supliqué que dejara el masaje de una vez. Me miró con pesar, con cara de artista incomprendido, pensando en qué clase de persona sería yo para rechazar semejantes cuidados. Me volví a recostar con la esperanza de que se fuera a buscar las toallas, pero entonces sentí cómo hacía un ovillo con el largo de mi pelo y comenzaba a refrotarme el contorno de la cara para levantar los restos de color que podrían haber teñido mi piel. Entonces temí las peores heridas por abrasión. Si se hubiera tratado de quitar la roña de una cazuela vieja, no se hubiera podido emplear más fuerza bruta, que lo sepáis.

Aquello iba a acabar como el rosario de la aurora y me volví de nuevo y le dije muy despacio,mientras el agua me resbalaba por el cuello, hasta el ombligo, que 15 minutos de lavado bastaban y que hiciera el favor de quitarme las manos de encima. Por fin comprendió. Buscó la toalla y regresó a seguir frotando, esta vez para retirar el exceso de agua. Mire desesperanzada hacia los espejos y me divirtió ver a la rusa, que era medio tonta, con unos tirabuzones postizos que parecían sacados de la película de mujercitas.

Me dirigí hacía mi sillón temiendo la siguiente fase.

*En la foto, una pelu de barrio.

11 comentarios:

Nativi dijo...

Querida Celia, me imagino la escena.
Que conste que yo siento algo parecido cuando voy a la peluquería aquí, y es que no me gusta nada perder el tiempo allí dentro.
Besos

Anónimo dijo...

jajajajaja, la próxima vez que te hagan una foto porque tú cara debía de ser un poema...jajajajaja, ya te veo aguantando tú masaje y mirando de reojo a la rusa.
Besitos.

Anónimo dijo...

Hola reina, solo espero quie el resto de servicios del Hotel sean mas delicados, por si acaso me llevo el secador de pelo.-
Besos y nos vemos ya.

Jesús dijo...

Solo con el corte estoy satisfecho. Todo lo demás me incomoda. Me da cierta sensación de servidumbre.

Noemí Pastor dijo...

Cambiaría todas mis plantaciones de algodón por un masaje capilar cairota en este momento.

Celia Ruiz dijo...

Nooooooo, señoriiiiita Escarlata,qué dirá su papaiiiiito.

Rocio dijo...

Hola,soy una de esasa personas que ha llegado a tu blog dando tumbos...Me ha encantado esa mezcla de relatos de viajes y toque personal que tiene tu blog.

Saludos madrileños.

Rocio.

Celia Ruiz dijo...

Hola Rocio,

bienvenida al blog!
Me alegrará verte por aquí.
Un abrazo y a disfrutar las vacaciones!

Unknown dijo...

Celia, vaya experiencias que se tienen en El Cairo. ¿Así es en los países árabes? Acá en EE UU ya les habrían demandado y mandado licenciado y a los tribunales. ¡Qué historias tan interesantes!

Saludos cordiales.

Celia Ruiz dijo...

Alfredo,
pues sí, no son muy cuidadosos con el pelo del cliente, son más bien manazas y a veces sería para montar un escándalo, no hay una vez que salga contenta, es como un suplicio.

Un abrazo!

Myriam dijo...

yo de momento, tras casi tres meses viviendo en maadi no he sido capaz de internarme en una peluquería... pero claro, cómo vas a comprobar la calidad de los peluqueros/as de la zona si todas las mujeres van cubiertas???? asi que en una escapada a madrid hace una semana aproveché para pasar por la peluquería. me parece que no caerá el momento de probar esto aquí...