Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Cuando el aire no sopla en Ramadán

Estamos en Ramadán, la época ideal para que todo aquello que hace la vida más fácil se estropee, léase, aire acondicionado, lavadora, ascensor o coche. Y cuando esto ocurre y tienes que buscar un técnico, un manitas, un figurilla que te saque del apuro, necesitas llenarte de paciencia, amigo, porque parece que se los haya tragado la tierra.

Si llamas a las nueve o diez de la mañana, no encontrarás a nadie, todos estarán en sus camas, hechos un ovillo después de una laaaaarga noche. Si por el contrario esperas un poco y llamas a las doce o la una de la tarde, entonces estarán que no se tienen en pie, hambrientos y deshidratados, con los párpados pesados y a punto de echar una cabezadita encima del escritorio. Pero si esperas un poco más, despídete de encontrar signos de vida, porque hacia las dos de la tarde, todo el mundo sale derrapando a casa, a echar la siesta y a esperar en penumbra el canto del muecín.

Así que el otro día, cuando se me estropeó el aire acondicionado, pensé que el mundo se acababa y que no podría sobrevivir durante mucho tiempo a temperaturas de más de cuarenta grados. Ante tamaña desgracia, acudí a Ahmed y a su directorio telefónico alternativo. No me equivoqué, en un plis-plas había contactado con un "yo-hago-de-todo-madam" que parecía tener horarios muy cristianos.

Esa misma tarde, le tenía llamando a mi puerta. Al abrir, me encontré con un hombre alto y tripudo, tipo leñador y algo desaliñado. Los polvorientos zapatos, desatados y el contrafuerte aplastado a conciencia a modo de zueco. Llevaba vaqueros y la camisa remangada de cualquier manera. No tengo ni idea de donde vendría, pero las manos las tenía negras, negras como el betún y para colmo, unos churretes secos le recorrían el brazo, hasta el codo. No traía ningún maletín, ni herramientas camufladas en los bolsillos, nada de nada.

Me quedé sin habla y aunque pensé en decirle "no es aquí", recapacité y pensé en las altas temperaturas que sufriríamos si este individuo no nos reparaba aquella maldita máquina. Así que me sobrepuse y le conduje bastante nerviosa hasta el dormitorio.

Entró con decisión y dando tales zancadas que en una ocasión perdió el zapato derecho. Le seguí con bastante aprensión, vigilando cada paso que daba y calculando la mugre que iría dejando en alfombras, sofás y paredes.

Abrió la ventana y con soltura se descolgó como un trapecista dispuesto a dar el triple salto. Desbarató uno de los conductos de agua y con cara satisfecha y morro fruncido me hizo entender que ya había encontrado el problema. Me pidió una escalera, un recipiente con agua, las tijeras, el destornillador y un martillo.

Ante semejante encargo, no me quedó más remedio que dejarle solo e ir a buscar la caja de herramientas. En cuanto me descuidé, aprovechó para dejarme unas cuantas manchas de grasa en las ventanas y sus manos varias veces impresas en negro sobre la pared inmaculada.

Cuando regresé quise llorar, pero no me dio tiempo. Aquel energúmeno, me arrebató el agua de las manos y comenzó a vertirla por una rendija del aparato colocado cerca del techo. Como aquello no debía tener capacidad para tal cantidad de líquido, lo que sobraba, ya sucio, iba discurriendo en regueros por la pared, hasta el suelo de madera.

No satisfecho, sacó el filtro lleno de pelusas y se me coló en el baño para lavarlo. Como aquel artilugio era enorme y no cabía en el lavabo, el zafarrancho organizado fue espectacular, no quedó títere con cabeza, el suelo como un lodazal, todo salpicado y para colmo las toallas blancas arruinadas.

El cuerpo se me puso malo, tan malo como cuando tuve una paratifoidea, es decir, las piernas me temblaron, me subió la temperatura y las entrañas se me revolvieron sin piedad. Le miré con odio, pero sólo un rato, porque pronto tuve que dedicar mi energía a impedir la propagación de semejante ataque.

Cuando hubo terminado, se dirigió al salón para confirmar el resto de la instalación y, diosssssssss pensé en los sofás blancos. Como todavía me quedaba algo de lucidez, a pesar de la impresión, grité nooooooooo, stooooooooop, le acorralé y le convencí de que aquello no era necesario. Señalé mi reloj y le recordé la importancia de prepararse para la primera comida del día, para el Iftar. Le deslicé un billete sin tocar su mano y casi a empujones le saqué de casa.

Me sonrió con una boca sin dientes y prometió regresar al día siguiente.

14 comentarios:

Demián dijo...

Es de suponer que el aire quedó funcionando, y... ¿volvió al día siguiente? ¿con el mismo nivel de aseo?
Paciencia y control a raudales, ese ha de ser tu sino.
Saludos

Daniel y Vanessa dijo...

Hola Celia:
Pero te lo arreglo o no?
Ah!Le darias propina...

Saludos,

Ahmed Darwish dijo...

Ya lo sé este tipo de "técnicos". no me gusta su manera de trabajar. Hay muchos que pretenden que ellos puedan arreglar cualquier cosa, cual no se lo confío.
¡Creo que les falta la cultura de cómo hacer el trabajo!
¿Por qué on has intentado llamar al servcio de cualquier empresa especializada en la marca de tu aparato?

Noemí Pastor dijo...

Hace poco vi en la tele un reportaje sobre la influencia del Ramadán en los alumnos practicantes en escuelas españolas.
Me ha encantado la foto. Y el relato, claro.

Celia Ruiz dijo...

Sí, Demián, esta es una experiencia de las que moldea el carácter!

Daniel y Vanessa,
sí lo arregló, claro y la propina no puede faltar.

Ahmed,
sí llamé al fabricante, pero como estamos en Ramadán y los horarios son muy cortos, pues no pueden atenderte nunca, de eso ya sabrás...

Noemí,
ya me gustaría ver ese reportaje...en qué cadena fue?? igual lo encuentro en Internet.

Abrazos a todos

Noemí Pastor dijo...

Uy, lo siento, no lo recuerdo. El zapping me ha desestructurado las neuronas.

Unknown dijo...

Querida Celia, no dejas de sorprendernos con tus extrañas visitas, cierro los ojos y veo tu casa inmaculada y los horrores del manipulador! Hija no tengo más que decirte que algun día, quizás te vayas acostumbrando a lo que (de momento) te ha tocado por el destino! Muchos besos españoles.

Miércoles dijo...

¿Y al ver el aparato roto no le echó la culpa al técnico anterior?

Al menos en mi caso eso de que el chapuzas eche la culpa del desaguisado al último que ha tocado la máquina de turno es costumbre universal.

Celia Ruiz dijo...

Angeles, voy a llegar a niveles de autocontrol inimaginados, al que quiera meditar,etc, etc, le recomiendo un par de mesecitos en Cairo

Miércoles,
sí, lo primero es decir lo inútil que fue el anterior "manitas" y luego liarla.

Abrazos a todos desde el Sinaí!

antonio+alfonso dijo...

Vaya tecnico.......algun parecido a los tecnicos que estabas acostumbrada en Atlixco de las Flores?...alguna semejanza?........vaya, te mandamos una tonelada de paciencia y por lo menos dinos si ya tienes aire acondicionado o si estas sudando la gota gorda?

Un beso!
A+A

Celia Ruiz dijo...

A+A,
en Atlixco, había especímenes que daban miedo...y además de romperte todo, te pedían para el "refresco" :-))). Pero qué decir, tenían su gracia.

Besotes

Rous dijo...

Jajajaja...No nos has contado lo mejor, si al final después del disgusto te arreglo el aire.:O).

Un saludo.

Rous dijo...

Acabo de leer los comentarios y efectivamente SI. Me ha gustado mucho tu post.

Celia Ruiz dijo...

Hola Rous,
bienvenida al blog!
Un abrazo