Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

jueves, 23 de octubre de 2008

Y yo con estos pelos!


Ahora comprendo a Victoria Beckham y su extravagante observación de que en Los Ángeles había sido más difícil encontrar una buena "manicure" que un colegio para sus niños. No es que quiera poner a esta mujer como ejemplo, dios me libre, pero he de reconocer que ahí tuvo un derroche de sabiduría.

Cuando llegué a El Cairo, yo también tuve que buscar un peluquero en quién poder confiar mi más preciado tesoro, mi cabellera. No es que sea la más especial del mundo, no, pero es la mía y no se la confío a cualquiera. Las chicas, entenderéis de lo que hablo, lo sé.

El panorama parecía desolador. Echando un vistazo a las calles, me di cuenta de que una peluquería no debía ser el mejor negocio en un lugar donde la mayoría de las señoras llevan la cabeza tapada. Así que un día, empujada por la necesidad, decidí meterme en una pelu que encontré al lado de casa. A simple vista me pareció moderna y en ausencia de otras alternativas, me lancé.

Aunque los resultados no estuvieron mal, las pasé canutas.

El peluquero, un descerebrado a todas luces, parecía estar clavado con hormigón al suelo. En vez de moverse alrededor de mi cabeza para hacer su trabajo, pretendía que yo hiciera las más absurdas contorsiones. Así, se colocó detrás durante toda la sesión y sin ceder un milímetro de su posición, tiraba firmemente de los mechones de pelo, hasta conseguir que mi cabeza se doblara hacia atrás como un ganso antes de ser degollado. Semejante gimnasia me dejó secuelas que duraron una semana.

Cuando llegó la hora de lavar, me tumbó en un sillón imposible que por poco me hizo perder el conocimiento y para colmo me dio un masaje capilar con tanta presión que pensé que las medidas de mi cabeza no iban a ser nunca las mismas. Salí con la cabeza dormida y con el convencimiento de que la peluquería en Egipto, era otra cosa. Si no me creéis, no tenéis mas que remontaros a la época de los faraones y ver que muchos de ellos eran calvos y los que no, llevaban peluca. Por algo sería.

Así que algunas semanas después, tuve que empezar por el principio y confiando en algunas recomendaciones, aterricé en un salón de lo más "nice", muy del estilo norteamericano con 4 pisos dedicados a tal menester. Vapores, perfumes y flores en cada rincón para recibir a la "crème de la crème" de la sociedad cairota.

Mientras esperaba, me dí cuenta de que muchas de las señoras entraban con la cabeza cubierta con el hiyab y salían igual. No había rastro de rulos bajo los pañuelos ni cosas por el estilo que me hicieran adivinar lo que había ocurrido allí debajo.

Aunque había muchísimo ajetreo, me atendieron rápido. El primer peluquero me dio el color y cuando acabó, me dejó esperando debajo de una infame corriente de aire acondicionado. La presión del aire alborotaba los vapores del tinte y no me dejaba respirar. Por poco no lo cuento.

Desde otra posición más cómoda me tocó esperar los minutos reglamentarios y tuve tiempo de observar el trabajo de alisado de otro peluquero. La clienta, tenía una maraña rizada imposible y el muchacho sudaba la gota gorda para domar aquello. En aquel enjambre trabajaban en perfecta coordinación 3 personas. Uno le daba al cepillo, el otro a la plancha y un tercero, el más bajito, hacía la función de pinza, es decir, iba sujetando los mechones de pelo uno a uno. La operación me dejó estupefacta, con lo fácil que es poner una pinza, pero seguramente la docena sale más cara que una jornada de 8 horas de un pobre aprendiz.

Llegó el turno de mi corte de pelo, y le pregunté al tipo si hablaba inglés, con ojos abiertos y cara de circunstancias me dijo, "yes madame". Le expliqué con calma lo que quería, era facilito, un poco de lo mismo, pero más corto. Me apoyé con gestos para hacer mi relato más gráfico y que no quedara atisbo de duda.

Pronto se puso manos a la obra, primero eligió la navaja y empezó a rebajar por aquí y por allá sin ton ni son. Luego, se lo pensó mejor y cogiendo las tijeras inició una marcha enloquecida destinada a no dejar títere con cabeza. No tuve ninguna duda, aquel tipo o era un orate, o no me había entendido. En vez de arrancarle el artilugio de las manos y darle un cachete, opté por cerrar los ojos y encomendarme a la divina providencia.

Concluida la escabechina, lanzó las tijeras al cesto con aire de artista y se dispuso a secar los pocos pelos que quedaban. Pin, pan, pin, pan, me quemó 3 o 4 veces, le repetí hasta cansarme que el secador estaba muy caliente, y el loco aquel sonreía y seguía, pin pan, pin pan. Decidí reducirle la frase a la mínima expresión y a gritos le dije Hot, Hoooooot, entonces comprendí que aquello de que hablaba inglés debía ser en sueños.

Y ahora todos querréis saber el resultado, no? Pues bien, no tuve que agenciarme un gorrito de lana, no. De manera milagrosa y con un par de coscorrones más, había convertido aquel desbarajuste en algo que no tenía mala pinta, no señor. Pero os digo una cosa, ese elemento no me pone otra vez las manos encima, lo juro!.

16 comentarios:

Rachel dijo...

Madre mia!!jaja Con lo que somos las chicas con el pelo ( al menos yo), lo has tenido que pasar muy mal. Es que por allí lo de las peluquerias no es como por aquí. ¡ en fin! mira el lado positivo, al menos sigues teniendo pelo jeje
Un Beso,
Rachel

Unknown dijo...

Ésta aventura me recuerda mi primer corte de pelo en EE UU. En Chicago para ser preciso. Ya parecía yo un apache, (no ofensa para los apaches que conste). El chiste es que fuí a la famosa calle dieciocho. Entré a la peluquería y el fulano no sabía (ahora lo admito) lo que hacía. Me cortó el pelo como si me hubiera mordido un burro. Si, así como dejan los burros en el campo al pasto. Sin corte. Lo que más me dolía, era que todo el mundo me preguntaba, - "¿Le pagaste?. Yo si compré una cachucha que por un tiempo fué, mi mejor aliada.
Saludos.

Anónimo dijo...

jajajajaj, por un agujerito me hubiera gustado verte, aiiiiiiiii que miedo!!!....jijijiji, buena manera de empezar el día riendome, tus relatos como siempre son geniales, piensate en escribir un libro....Cuidate.
besitos.

Anónimo dijo...

Mira, a este punto quería llegar yo: Las peluquerías jajaja.
Sinceramente, no podría ponerme en las locas manos de un peluquero loco, no señor. No paso por ahí.
Mi pelo es largo (mitad de la espalda), con poca cantidad y muuuuuuuy liso, por lo cual, si no me lo capean bien, se quedan trasquilones horrososos que encima son difíciles de peinar pues quedan escalones.
Tuviste que sufrir mucho en las dos situaciones, entre el muñeco de cemento primero y el alborotador con parkinson el segundo. Se nota que las peluquerías allí no son un fuerte, ya que ellas van tapadas... y por algo será jajaja.
Diox, te comprendo perfectamente, te acompaño en el dolor y sufrimiento :(
Tranquila, como se suele decir, el pelo crece... y esperemos que rápido :D
Un saludete y sigue buscando...

PD: En los hoteles buenos de allí... ¿no hay peluquerías buenas? Ya contarás

Rigo dijo...

Hola! Llegué a tu blog a través del de Santy, el mexiñol.
Interesantes tus relatos! He leído algunos.
Estaré por aquí continuamente leyendo tu animadas anécdotas!

Anónimo dijo...

Tu escribes que "Las chicas, entenderéis de lo que hablo". Te aseguro, que los chicos tambien!

Celia, que es una maravilla leer tus relatos. Están llenas de un humor fino y de sabiduria. Enhorabuena.
Cuando publicas un libro con todas tus historias y tus fotos extraordinarias, no olvides anunciarlo en tu blog. Ya me tienes como cliente.
Estoy esperando a que llege tu siguiente historia.
Saludos desde Hamburgo.
Gerald

Celia Ruiz dijo...

Vaya, veo que los chicos también habéis pasado por eso...y es que cuando uno aterriza en un lugar nuevo, pues es como buscar un médico o alguien que te arregle los pantalones sin dejártelos por encima de los tobillos...miedo me da pensar en eso, porque también me ha pasado, pero en México, en fin...

Gerald, de nuevo por aquí! gracias por tu comentario...ya tengo algunos proyectos nuevos a la vista para mis posts, pero ya te contaré cuando se vayan consolidando.
Abrazos para todos

Celia Ruiz dijo...

Hola Rigo,
qué gusto tener mexicanos en mi blog! Ya te he visitado en tu blog y vaya, eso es otro mundo, no?
un abrazo

Anónimo dijo...

Hola bilbaina:

Me he reido un poco con tus andanzas, que falta me hacia.
El Cairo es tremendo, una ciudad maravillosa y dificil al mismo tiempo, sobre todo para vivir allí. Espero que no tuvieses encima que regatear porque sino ya te puedes morir. A mi me cabreo tanto lo que me pidieron por un taxi para ir desde el hotel Conrad hasta el Museo que preferí irme andado recien llegadita a la ciudad, era agosto y con la húmedad más me valdría haber pagado las 100 libras, pero mi orgullo me lo impidió. Eso si aquel paseo por la corniche ofreciendose todos los taxi que me vaían para que me subiera no tuvo desperdicio.

Eres una valiente por dejarte peinar allí.

Un saludo

Ana

Celia Ruiz dijo...

Ana,
tú si que eres valiente...en verano el calor fue espantoso, no se podía poner un pie fuera del radio de acción del aire acondicionado.
El trayecto que querías hacer en taxi cuesta como 15 libras, pero pedir taxi en un hotel siempre encarece los precios. Preguntando siempre encuentras quién te acepte el precio, incluso en la misma cola de taxistas, pero así está el tema. En la puerta del museo, el otro día me pedían 30 dólares así que me alejé un par de metros y conseguí un taxista que me llevó por 30 libras.

Un abrazo desde el Cairo que hoy está soleado y ventoso.

Edurne :) dijo...

Muchas gracias por tu visita!!! me encantan tus historias de El Cairo, y perdona pero no he podido parar de reirme con la historia del peluquero... prometo pasar por aqui de vez en cuando

Noemí Pastor dijo...

Me gusta esa vida tuya en la que incluso ir a la pelu es una aventura. Y me muero de las ganas de conocer El Cairo. Igual cualquier día de estos ...

Celia Ruiz dijo...

Noemí,
si vienes al Cairo, te prometo que te llevo a la pelu a cortarte el pelo ;-)

Tanyluz,
vaya suerte andar por esos derroteros...ya tendrás historias que contar...Luego me paso por los blogs
Un abrazo

ARSINOE dijo...

La cosa parece que no fue tan grave al final; y si no, ya sabes, un precioso hiyab de esos que teneis por ahi hasta que crezca el pelillo, je, je; Me traje media docena de ellos que compré en Luxor, y me arrepiento de no haberme traido unos cuantos más.

Anónimo dijo...

Hola Celia, por aquí todas tenemos el mismo problema. La 1ª vez que fui a la peluqueria también me asuste el color perfecto pero cuando me van a secar el pelo no sabian ni lo que era un difusor yo tengo el pelo rizado y si no lo seco con difisor me queda fatal pues no tengo un rizo muy marcado. Ni te imaginas con que pelos salí de allí. El color aguanto la 1ª semana y pasada esta ya se volvían a ver mis canas. Horrible. Al final he optado por traerme el tinte de España y voy a que me lo pongan en la pelu y me alisen el pelo y de esta manera cambio de look por unos días.
Un beso.
Miss Mery Nile

Anónimo dijo...

Buenisssimo !! yo me he dejado llevar , como expatriada en sevilla basta con ir a la peluqueria y no decir nada ... total van todas peinadas igual jaja.

te agrego a favoritos.